jueves, 23 de septiembre de 2010

Un estremecimiento profundo llenò mi alma.
-¿Uno màs?-me preguntè. Sin embargo, ninguna respuesta acudìa a mi mente.
El camino de tierra se me presentaba como un laberinto, oscuro, intransitable, imposible. El temor por los ruidos desconocidos crecìa de manera desproporcionada. Temìa el peor de los daños. El de la temeridad perdida.
Avanzaba con paso lento, como un anciano decrèpito, inseguro. La fuerza con la que habìa comenzado poco a poco se habìa desvanecido.
La luz de la luna brillaba con todo su esplendor. El recuerdo del monstruo todavìa me perseguìa. Mirè hacia atràs, como tratando de buscar en las sombras la presencia que intuìa me estaba buscando.
De pronto, un grito atroz me erizò la piel. ¿De dònde provenìa?

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