No fué sencillo. Hasta entonces mi vida se había manejado a partir de un cúmulo de imágenes y acciones claras, blandas, estables. Tenía que estar dispuesto a cambiar esa rutina elástica de pensamientos baratos y proponerme (nos) otra cosa. Desde ahora sólo me manejaría a través de una zona. Lo prohibido. Aún si eso significara la renuncia a mis antiguos deseos, más bien inconexos, de una vida de progreso y familia tipo acentada un futuro ilusorio. Desde ahora, sólo un motivo movería mi vida: transitar esa zona fronteriza que tantos habían soñado y que yo, sólo yo, de camino al trabajo, me proponía de una vez y para siempre.
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