sábado, 25 de septiembre de 2010
jueves, 23 de septiembre de 2010
la camiseta de racing
se tiene que transpirar
y si no, no se la pongan
vayansèn, no roben màs
y entendì que la cosa iba por ahì, que no eran los libros ni los rìos ni las casas ni los perfumes ni las volutas aliteradas. la ùnica verdad estaba en esa uniòn, en la que no cambia a pesar de los años y las cosas, los amores eran transitorios, pero racing seguìa ahì. no habìa nada que hacerle, la boda significativa no se da entre seres, se da por la uniòn de dos almas; la mìa y la racing club de avellaneda.
Ya tenìa decidido no volver al trabajo y el rìo estaba ahì, asi que comencè a leer, sin apuro, como antes. Me invadiò cierta tranquilidad que hacia años no sentìa, y todo parecìa tan fàcil, tan simple, que no me importò el hecho de no haber ido a trabajar. La vida estaba en otro lado, ahì, justo donde estaba, en ese preciso momento, en ese rìo, con ese libro.
Decidì no volver al trabajo. Era una buena forma de empezar. Al diablo con las tizas, los papeles, los directivos y los seudos compañeros-colegas.
Me encaminé para el rìo y anduve cavilando, subiendo y bajando los escalones que marcaban la rambla. Despuès bajè por la playa, la arena estaba húmeda y el aire olía a podrido. Entrando un poco más. De cara al horizonte, vi algo que me llamó la atención, y apenas me acerqué a observarlo de cerca no pude contener el aliento, y grité: socorro, socorro.
A pesar de todo agarré mi bolso y salí a la calle, caminé apresuradamente y convencido hacia la parada del colectivo. Subí con intenciones de ser otra persona, esa persona que había nacido en mi. Me senté como siempre en el último asiento y volví sin querer, a mi costumbre de siempre: música y cavilaciones sin sentido que me vuelven más como era que como quiero ser. Sin querer, también como siempre pasó casi una hora, una hora y algo y bajé con ese otro que se parecía a mi pero que todavía no era. Caminamos un par de cuadras, entramos a un bar y nos sentamos en una última mesa, siempre última...último asiento, última mesa, esa necesidad de pasar desapercibido que no sabía si era de él o mía. Y ahí estábamos, decidiendo qué hacer, si vivir nuestra única vida o volver hacia donde ya no se podía, era el punto del no retorno.
Tal vez no era una gran decisión y ni siquiera sabía si lo iban a notar. Digo, esto de que era otra persona, ni vieja ni nueva, otra. Con esa ansiedad mezclada con felicidad salí del bar y empecé a caminar hacia el trabajo de siempre, la oficina de siempre, la vida de siempre, siendo otro... sin que nadie lo note.
El peor momento fue el de la metamorfosis. Dicen por ahí que todo cambio genera
¿Y si no es "alguien"? Si es un espíritu, una "luz mala", una mala letra de mi escritura. Al fin hay certezas que estoy encontrando, algo, alguien, me engaña. Me aplasta. Me asegura una distancia que no es distancia, una luna que ya es todo noche.
-¿Uno màs?-me preguntè. Sin embargo, ninguna respuesta acudìa a mi mente.
El camino de tierra se me presentaba como un laberinto, oscuro, intransitable, imposible. El temor por los ruidos desconocidos crecìa de manera desproporcionada. Temìa el peor de los daños. El de la temeridad perdida.
Avanzaba con paso lento, como un anciano decrèpito, inseguro. La fuerza con la que habìa comenzado poco a poco se habìa desvanecido.
La luz de la luna brillaba con todo su esplendor. El recuerdo del monstruo todavìa me perseguìa. Mirè hacia atràs, como tratando de buscar en las sombras la presencia que intuìa me estaba buscando.
De pronto, un grito atroz me erizò la piel. ¿De dònde provenìa?
-¿Qué hacés acá, a esta hora?-me dijo.
-Me desvelé y salí a caminar. Estoy muy asustado.
-Llegaste al lugar correcto. Dejá que se vaya tu temor. Sos uno más.
-¿Uno más de qué?
Pero el monstruo no respondió. Intenté llegar a la solución por mí mismo. No pude hacerlo, continuaba turbado y sentía cada vez más desasosiego. El monstruo dio media vuelta, estiró los brazos hacia arriba y desapareció traspasando la pared.
Salí del galpón tiritando de miedo. La única iluminación era la de la luna llena. Caminé durante dos horas, siguiendo la ruta de tierra, pero no encontré a ningún ser humano. Solo los ruidos de la naturaleza, que me atemorizaban cada vez más.
Estos ruidos, sin embargo, no eran los únicos.
Recordò repentinamente, aquel libro infantil Donde viven los monstruos y el pasaje de Max que mira a los monstruos: - lo miraron con sus ojos amarillos.... No servirìa la hipnosis pero si los miraba a los ojos fijamente y ...
Los mirò. Retuvo la mirada. Los siguiò mirando, a uno en especial. Y..._ Te tengo. De algùn lado te conozco.
El otro se mostrò inquieto. Se puso algo molesto. Se mostrò nervioso y empezò a mirar a los demàs con miraba interrogadora.
Los demàs lo miraron curiosos. _ ¿Te han reconocido?
Me miraron a mì y yo bajè la mirada algo turbada.
Logrè que se alejaran un poco y empecè a estudiar el lugar. Un cuarto. Una ventana, pequeña. Una puerta vieja. Nada màs. Por la ventana se veìa un depòsito. ¿De què?
¿Còmo sigo? - me preguntè cobrando un raro coraje extraño que me habìa dado el azar. O la falta de experiencia....
Volviò ùnicamente el que habìa sido casi hipnotizado con mi mirada. Notè que estaba buscando en su cabeza còmo actuar, què decir.
De esa forma, logró lo que pretendía. Llamar nuevamente la atención. Volver a ser el centro. Y recordó la tan repetida frase de su hermano: "Vos siempre igual... siempre con el mismo complejo de centro de mesa" Ese recuerdo le generó una sonrisa. De nuevo, pronto reaccionaron ante esa repentina felicidad. ¿Depende de qué? Y fue ahí cuando decidió los pasos a seguir: TRAMPA. Elaborar una trampa. Pensar una trampa. Crear una trampa. Generar una trampa... Pero cómo, para qué, con qué finalidad... Es más: ¿qué es una trampa? Sustantivo singular femenino. La trampa. Podría ser el nombre de un perro, bah... de una perra, o de un boliche.
La nueva tarea no la divertía demasiado. Pronto debería cambiar de estrategia.
Sin embargo vio que ellos comenzaban a mirarse de reojo, a dudar y pensar las preguntas antes de hacerlas. Parecía que el foco de atención iba dejando de ser su secreto, eso entrañable que sólo ella poseía. ¿Qué estaría cruzando por sus cabezas? ¿Qué palabras se amontonaban tanto en su cabeza que no podían encontrar el camino de salida por sus bocas? ¿Qué...?
No le gustaba dejar de ser el centro. Decidió rápidamente responder la verdad ante las próximas dos preguntas que le hicieran.
Uno pensó en preguntarle a dónde había ido el día de su casamiento, otro, qué le había puesto al chico cuando nació. Otros barajaron algunas posibilidades acerca de su trabajo, su familia, sus placeres ¿los tendría?? No sabían cómo empezar, cómo enunciar las preguntas, cómo hacer para que no pudiera seguir escapando a lo que ellos querían saber.
Pronto a su huida comenzó una gran persecución. Pero mas que de aquel a quien ella deseaba alejar era a su temor de lo que pudiera suceder. Al salir de aquella cabaña se encontró con otro buen samaritano que deseoso de ayudarla la invitó a su hogar. Allí conoció a su familia por lo cual creyó que ese era su salvador pero no. Su famili se iria aquella noche a un festival. aquel samaritano no era tan bueno como ella creia.
Llego la noche y su anfitrión busco el modo de que ella se sienta bien. Al ir a descanzar aquel repugnante ser que la había acogido anteriormente se contacto con ese buen samaritano. estando los dos en el hogar de este último decidieron llevarla nuevamente a su cautiverio por su mala fe con aquellos que pretendian ayudarla.
Nadie eran tan malo como aparentaban pero la hermosura de ella no le permitia ver que los demás también eran personas y que entendian con sólo ver las intenciones de sus ojos.
Ella pensó en tomar la iniciativa. A partir de ese momento no sería una princesa más, una de esas hermosas rubias de largos cabellos con bucles y vestidos espectaculares. No. Debía tomar la sartén por el mango y así reivindicar el lugar de la mujer en aquella sociedad ¿Por qué siempre corriendo?, ¿por qué siempre huyendo esperando que un valiente caballero la salvase de las temibles garrras del monstruo?
A partir de ese momento su vida cambió.Así que decidió encarar al hombrecillo y sin más le prometió que si él la ayudaba a planear su escape y venganza, ella sería su amante por aquella noche.
Imaginen la cara del hombrecilllo al descubrir la transformación repentina de su posible refugiada. No podía creer la inmensidad de su suerte. Le pidió por favor que ingresase a su pequeña casa. La hermosa princesa le pidió algunos pedazos de telas y con ellos, y mucha paciencia, se confeccionó un inteligente disfraz.
Entrevió los peligros de su gran travesía, una tarea que acaso amedrentaría al mismo Jásón. Pensó en los bósques innúmeres, inmarcesibles que debía develar. Pensó en mounstros, barruntó fieras. Sin embargo, sólo al imaginarla a ella tamblaba y su mente se inundaba de una bruma espesa que paralizaba sus músculos.
Cerró los puños y respiró. No había rastros ni caminos posibles sino los que se abrían delante de sus píes y detrás de sus próximas huellas
viernes, 17 de septiembre de 2010
A los veintidós años, en primavera, se enamoró por primera vez. Fue un amor violento como un tornado que barre en línea recta una vasta llanura. Un amor que lo derribó todo a su paso, que lo succionó todo hacia el cielo en su torbellino, que lo descuartizó todo en un arranque de locura, que lo machacó todo por completo. Y, sin que su furia amainara un ápice, barrió el océano, arrasó sin misericordia las ruinas de Angkor Vat, calcinó con su fuego las selvas de la India repletas de manadas de desafortunados tigres y, convertido en tempestad de arena del desierto persa, sepultó alguna exótica ciudad amurallada. Fue un amor glorioso, monumental. Aquí empezó todo,aquí su vida dio un vuelco,